La libertad consiste en poder elegir.
Para poder elegir hay que saber distinguir.
Para saber primero hay que aprender.
Aquí tienes lo que no te han querido enseñar


miércoles, 20 de marzo de 2013

El Organicismo Social

Neutralidad del Organicismo Social

"El organicismo social es una teoría racional con fundamento en los datos empíricos y, a mi juicio, más válida y realista que el contractualismo individualista. De esta teoría se deduce un modelo constitucional, la democracia orgánica, cuya nota más caracterizada es una técnica corporativa de la representación política. Tanto la teoría como el modelo y sus técnicas son ideológicamente neutros; no están ni a la derecha ni a la izquierda"
Gonzalo Fernández de la Mora "Los teóricos izquierdistas de la democracia orgánica"

El Organicismo Social es una interpretación, principalmente Cristiana, que se remonta a los orígenes griegos del pensamiento occidental y que se ha mantenido hasta nuestros días.

Gonzalo Fernández de la Mora se ocupó de demostrar que, contra lo que la propaganda ideológica reitera tenazmente, la teoría orgánica y corporativa de la sociedad y del Estado no tiene una genealogía totalitaria.

El modelo teórico

El Organicismo Social reconoce que la sociedad es una realidad dada en la que excepcionalmente algunos hombres pueden introducir innovaciones progresivas. Esa sociedad se estructura y se desarrolla orgánicamente y no es susceptible de una brusca reordenación voluntarista. 

El individuo o expresa ante la sociedad sus deseos personales o representa los intereses comunes del grupo que conoce y al que pertenece; en esto último consiste la representación orgánica

- La sociedad dada

 "Según la teoría inorgánica de la sociedad, fundada en los postulados de Locke y Rousseau, el hombre es un ser aislado, con tendencia a convivir, que libremente pacta con otros hombres y crea una sociedad concreta.
En ese contrato social que han suscrito se especifican los respectivos derechos de las partes y el procedimiento para adoptar las decisiones colectivas. Cada ciudadano tiene, pues, un hilo directo con esa sociedad y ese Estado que ha configurado voluntariamente. Consecuentemente no hay más técnica de representación popular que el sufragio universal inorgánico en el que cada individuo tiene un solo voto igual.

Según los organicistas, el modelo contractualista es una hipótesis desmentida por los echos.

Lo cierto es que el hombre histórico no crea la sociedad, sino que aparece en ella; no la inventa, sino que se la encuentra como algo previo y ya dado. Nace en una sociedad familiar de la que recibe la vida, la lengua y un patrimonio cultural. con la vida recibe un legado genético que teóricamente le determina desde sus capacidades intelectuales hasta la longevidad. Con el idioma recibe unos esquemas lógicos que condicionan su modo de pensar y sus posibilidades de acceso al saber. Con la cultura familiar recibe una primera idea del mundo, unas técnicas, y un código moral. Una parte decisiva de lo que es el individuo le viene de una sociedad familiar que ni ha creado, ni ha elegido.

Otra parte importante de lo que es el individuo se la debe a los maestros que, por intercesión de la familia, le facilitan la tribu, el municipio, la comarca o una sociedad más dilatada. El contenido de este magisterio es algo anterior y exterior; ni lo ha creado ni siquiera lo ha elegido. El círculo de influencias, a veces contradictorias, se va ampliando y aparecen ciertas ocasiones de opción, a medida que el entorno va poniendo al individuo a la altura de las circunstancias. Todos esos mensajes formativos estaban en la sociedad antes de que los captase el individuo.

Lo socialmente dado no es sinónimo de inmutable. El individuo, solo o en unión de otros, puede contribuir a modificar el medio cultural en que se ha formado; pero no lo altera haciendo tabla rasa, sino a partir de lo dado. La innovación exige una previa asimilación de lo anterior. No obstante la mayoría de los humanos son consumidores y no creadores de cultura. Sin negar las pequeñas contribuciones de cada persona, lo cierto es que los hallazgos científicos, éticos y estéticos no son el resultado de ningún contrato masivo, sino la obra de muy pocos. Para la inmensa mayoría, casi toda la cultura le viene dada.

En las democracias representativas se proclama que teóricamente existen derechos fundamentales del hombre, anteriores a cualquier pacto; pero se afirma que todo el resto del Derecho, desde la Constitución a la norma de rango más ínfimo, tiene su origen en la voluntad general. ¿Es el ordenamiento jurídico una excepción a la regla de que el patrimonio cultural es algo dado para la mayoría? No. Es incuestionable que si para el hombre medio la Constitución es un arcano, ¿cómo puede negociar ese hombre un contrato sobre lo que desconoce? Cuando las Constituciones no han sido simplemente otorgadas por un soberano, suelen ser un compromiso entre los expertos de las oligarquías políticas constituyentes; pero no ha sido nunca un contrato popular. La legislación parlamentaria y con mayor razón la extraparlamentaria siempre han sido obra de técnicos. Los governantes no contemplan el ordenamiento jurídico como una creación propia de la que se sienten orgullosos, sino como un inevitable mal menor que tratan de sortear con el mínimo coste personal. También el Derecho es algo dado para casi todos.

La sociedad jerárquica es un echo biológico, fundado genéticamente y anterior en millones de años a la aparición de los homínidos; es pues, una ralidad dada no ya para cada individuo concreto, sino para la especie humana. La sociobiología refuta la hipótesis del pacto social".

Aún estando básicamente de acuerdo con el anterior texto basado en Gonzalo Fernández de la Mora lo cierto es que en una interpretación Cristiana el destino del hombre, querido por Dios,  es superar a la naturaleza, dominarla y no imitarla ni vivir bajo su tiranía. La historia humana es también, entre otras muchas cosas, la lucha del hombre por librarse de las cargas que le impone el mundo natural. De igual manera es una lucha por librarse de las cargas impuestas por el poder en manos de otros hombres y es innegable que el hombre actual se siente algo más cerca, aunque no mucho más cerca, del entorno cultural del poder de lo que se sentían los ciudadanos romanos por poner un ejemplo. Por lo tanto no se trata de renunciar a las mejoras sociales conseguidas a lo largo de siglos de historia con la ayuda de esas "personas excepcionales" de las que habla Gonzalo Fernández de la Mora.

- La sociedad orgánica


"Por contraposición a lo mecánico, lo orgánico no lo manofactura un agente exterior, sino que se configura a sí mismo desde dentro.
La sociedad no es un mecanismo, sino un organismo y, por eso no se fabrica, sino que crece; no se repite sino que cambia; no se remplaza, sino que evoluciona. La sociedad aumenta en complejidad y eficiencia, y también en fragilidad. La organicidad social significa, entre otras muchas cosas, que el desarrollo de una sociedad puede orientarse, adaptarse y dinamizarse; pero no puede improvisarse, ni rehacerse rápidamente de arriba abajo. el cambio social repentino y masivo hacia lo mejor es imposible; tal cambio resulta siempre a peor. 

Los mecanismos sociales tienen un complejo equilibrio inmanente y reaccionan a los nuevos estímulos con un cierto "tempo" y frecuentemente, de modo imprevisible. De ahí que todas las revoluciones se hayan devorado a sí mismas, que todos los utopismos conduzcan a la frustración, y que la cirugía social sea extremadamente peligrosa. De ahí que la virtud política por excelencia sea la prudencia".
Este párrafo de González de la Mora es iluminador y lo considero perfectamente compatible con la revolución gradual de una Democracia Orgánica Digital que sin quitar nada lo cambiaría todo.

La imbricación de las partes en el todo a través de cuerpos intermedios es uno de los carácteres más acusadamente orgánicos de la sociedad.


- La representación orgánica


Representar es dar una presencia virtual a lo que realmente está ausente.
Sólo se representa una voluntad cuando se es titular de un mandato imperativo sobre un asunto muy concreto. En los demás casos lo que se representa no es propiamente la voluntad, sino unos intereses sociales y para poder representar tales intereses es necesario conocerlos bien e identificarse de algún modo con ellos. Y es evidente que dichos requisitos se dan más en un  diputado que represente un colectivo con finalidades delimitadas y específicas, como es el caso de un diputado corporativo, que el que representa a una suma aritmética de individuos dispersos, como es el caso del diputado de un partido. Aquí se apoya la importante distinción entre representación orgánica e inorgánica.
En la práctica son también orgánicas las representaciones configuradas a través de los partidos políticos que, indudablemente, son cuerpos intermedios entre el ciudadano y el Estado.

La superioridad técnica de la representación corporativa sobre la partitocrática consiste, básicamente, en que los intereses que suelen asumir los diputados de los partidos son muy varios, genéricos, mal conocidos y ajenos, mientras que un diputado corporativo asume intereses limitados, profesionales, vividos y compartidos. El conocimiento de los intereses y su identificación con ellos es mucho mayor en el diputado corporativo que en el partitocrático.

La representación política corporativa tiene otras ventajas accesorias. Entre ellas  procede recordar que los diputados son expertos en los intereses de su sector y en el modo de satisfacerlos; que son libres de exponerlos y defenderlos porque no están sometidos a la disciplina de un partido; que pueden objetivarlos porque no están subordinados a postulados teóricos; que pueden llegar a fórmulas compaginadoras porque, a diferencia de las ideologías partitocráticas, los intereses son mensurables y conciliables. 

Además, los representantes corporativos, por definición, son profesionales que tienen una autonomía económica y vital que les permite actuar con independencia del poder presente y futuro. Y las cámaras corporativas, por la diversificación yla profesionalidad de sus miembros, propician los acuerdos racionales y escapan al peligro de los movimientos pendulares, tan frecuentes en las cámaras partitocráticas, con los consiguientes revanchismos y revisionismos que fracturan la jerarquía, la continuidad y la eficiencia.


No hay comentarios: